Autor: Carlos de la Higuera Pérez
Presidente de FECOMA
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Texto integro de la conferencia de apertura del VII Encuentro Universidad, Cooperativismo y Economía Social en la Comunidad de Madrid titulada «La recuperación de la escuela rural como motor del desarrollo» realizada por D. Carlos de la Higuera, presidente de FECOMA.
A mediados de mil novecientos ochenta y cinco se aprobó la Ley Orgánica del Derecho a la Educación, conocida popularmente como LODE. Era uno de los grandes pilares donde se asentaría el edificio de la España constitucional y supuso la universalización del derecho a la Educación, contando para ello con todos los recursos de que puede disponer un estado; la administración pública y la sociedad civil.
La esencia de esta Ley ha permanecido en el tiempo mediante la figura del concierto educativo, y la mirada responsable e inteligente del legislador hacia las cooperativas, se ha mantenido y reforzado con el paso del tiempo. La prioridad a la hora de concertar a partir del cumplimiento de unos presupuestos básicos, se ha visto favorecida con un incremento de la autonomía de gestión. En esto han coincidido los dos grandes partidos que se han venido alternando en el poder.
Los intentos loables y sinceros de Gabilondo y Méndez de Vigo por forzar un pacto educativo no han contado con el apoyo necesario en el poder legislativo, y la Educación sigue siendo hoy en día materia interesada de confrontación política. A pesar de todo y con la perspectiva de cuatro décadas, es necesario reconocer los aires de modernización que trajo la LODE y el papel tan relevante que se ha dado a la sociedad civil en todas sus manifestaciones, que se ha visto favorecido con el traspaso de competencias a las CC.AA.
La Educación se ha convertido en un servicio público que ha cobrado relevancia por la calidad y la equidad en la prestación del mismo y no tanto por la titularidad de quien lo realiza. La Libertad de Educación recogida en el art. 27 de nuestra Carta Magna ha hecho posible la efectiva libertad de los padres a la hora de elegir un centro educativo que esté conforme con sus ideas y creencias y con las expectativas de futuro para sus hijos.
La aparición y desarrollo de cooperativas de enseñanza ya sean de trabajo asociado o de consumidores o usuarios se ha notado desde el punto de vista cuantitativo porque han sabido conectar con las necesidades del alumnado desde la óptica de los padres y cualitativo, porque se han movido en estados permanentes de espíritu innovador, asociando sus proyectos a una renovación pedagógica constante, que les han dado fama y notoriedad y, en términos más prosaicos, si me permiten, presencia en el mercado.
Allá donde exista una cooperativa surge una comunidad educativa (Padres, profesores y alumnos) dispuesta a conformarse en clave de apoyo y sostenibilidad del proyecto. La razón estriba en la observancia de los principios y valores cooperativos y en sus virtudes como señas de identidad de relación con el contexto del barrio o pueblo, su cultura, sus costumbres que son reforzadas desde el ámbito de la escuela, en perfecta sintonía con esa demanda implícita de padres o tutores, mejorando de manera ostensible el entorno social.
Pero, además, su actuación no queda en la mera cobertura de las enseñanzas, llamémoslas oficiales, pues van más allá, penetrando en la vida de los barrios, las familias y centros de interés de niños y niñas con actividades deportivas, culturales, de medio ambiente, de encauzamiento del ocio productivo; actividades y servicios que no conocen de horas y días en el desempeño de una labor que genera capital humano más allá de lo que es exigible a un centro escolar, con un fuerte sentido expansivo hacia la comunidad y sus habitantes en las expectativas de una formación integral que sea una mochila de valor inestimable en la transición hacia la incorporación a la realidad productiva. Todo ello con una contraprestación económica sensiblemente inferior (en torno a un 40%) al coste de la enseñanza de los centros de titularidad pública.
En España contamos con excelentes cooperativas que son modelo y referentes en cada una de las comunidades autónomas, en Madrid podemos nombrar, entre otras, a Alkor, Valle del Miro, Valrisco, Primero de Mayo, Gredos San Diego,…
No sólo es destacable el leal cumplimiento de las obligaciones derivadas del concierto en un “encorsetamiento” administrativo desproporcionado y, en muchos casos, prescindible, sino que la calidad de sus enseñanzas supera en muchas ocasiones a los centros “elitistas” de barrios acomodados de las grandes ciudades. He de señalar, igualmente, que muchos de los planteamientos que dimanan de mi exposición, en torno a las bondades de los centros cooperativos, son equiparables a muchos centros religiosos y otros centros de titularidad privada que han hecho de la calidad educativa su razón de ser, respondiendo, en muchos casos al compromiso de una prolongada tradición.
En 1907, Don Antonio Machado llega a Soria. En su poema “Orillas del Duero” recogido en su obra “Soledades” no hay personas, no hay bullicio, pero hay vida; las cigüeñas se asoman y miran, las golondrinas chillan y el Duero es manso y silencioso. Tampoco hay abandono, hay una tierra que atrae y conmueve, que hace exclamar al poeta en su último verso “¡Hermosa tierra de España!”. Castilla como símbolo de esperanza para un país en crisis, como un horizonte abierto. Castilla ha entrado en el alma del que sería declarado por la UNESCO, “poeta universal y de la humanidad”.
El conocimiento más completo de la realidad soriana despertará un sentido más crítico en el poema “Por tierras de España”, hacia “el hombre de estos campos que incendia los pinares”, haciéndole responsable de los primeros atisbos de despoblación: “Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares”. Primeras manifestaciones del éxodo rural hacia las ciudades que habrían de unirse a la iniciada aventura transoceánica de los indianos.
Crece en la obra de Machado la necesidad de una educación redentora que coadyuve a mejorar las condiciones de vida de la gente. El que les habla no se resiste a establecer un vínculo entre la idea machadiana y el pensamiento de Don José María de Arizmendiarrieta; “El mundo no se nos ha dado para contemplarlo, sino para transformarlo”.
Mis primeras colonias de verano tuvieron lugar en 1964, en el pueblo de Derroñadas (Soria), Derroñadas era un pueblo pequeño lleno de vida, de gente que faenaba en las tareas propias de la ganadería y agricultura con sus parejas de bueyes tirando de los carros, plagado de construcciones de indianos de notable factura; casas solariegas, lavaderos, ermitas, colegios, seminarios, etc. Hoy, ya en franca decadencia aquellas labores que le proporcionaban vida y sustento, el pueblo se ha convertido en lugar de solaz y esparcimiento para familias de alto poder adquisitivo, descendientes de aquellos indianos que hicieron las Américas. Puedes pasear por sus calles durante horas sin ver un alma. Se vive hacia dentro, hacia afuera, el silencio.
En julio de 1981, hicimos una excursión en el Grupo Scout al que pertenecía, con un grupo de niños y niñas de 11 a 14 años, y paramos en un pueblo abandonado llamado Manzanares. Me llamó la atención el grave silencio de sus calles y casas, solo roto por el sonido del agua cayendo en la fuente y su correspondiente eco resonando por los rincones del abandono y la decadencia, y la ESCUELA, una pequeña construcción de dos plantas cuya puerta empujé sin hallar resistencia, con sus pupitres de madera, su pizarra y un hule cuarteado del mapa de España. No recuerdo que hubiera pájaros, desde luego no había vida.
Han pasado cuarenta años y he reconocer que nunca he olvidado esa escuela, esa pequeña escuela con su encerado y el mapa cuarteado de España. Poco tiempo después visité algunos pueblos de la Tierra de Cameros y observé la veneración de sus habitantes a los maestros que dejaron huella, reconocimiento plasmado en bustos de bronce o piedra sobre grandes pedestales en las plazas de los pueblos, como símbolo de agradecimiento de un pueblo a toda una vida, como la del párroco, a una vida entregada plenamente a un pueblo.
Ese paisaje humano, pleno de altruismo y compromiso, se lo ha llevado el viento. Hoy el ámbito de actuación de la carrera docente del funcionario se ha constreñido con el traspaso de competencias educativas a las comunidades autónomas y a la superficie que abarca su delimitación. La jornada continua vendida con entusiasmo interesado a los consejos escolares no precisa que los maestros y maestras vivan en el pueblo, desapareciendo la ósmosis entre aula y entorno. Cualquier proyecto educativo es un milagro en las escuelas rurales, cualquier atisbo de equipo, una quimera. La figura docente es un ave de paso tal y como recoge Pedro Simón en su reciente novela “Los ingratos”, donde muestra el desarraigo constante desde la mirada inocente de un niño.
Hace unos meses hablábamos con un alcalde de un pueblo de Teruel (No diré el nombre por respeto a la persona y porque, en definitiva, representa el paradigma donde están instaladas todas las administraciones). “Mirad”, nos decía, “Yo monto a los chicos en el autobús y a los 10 minutos están en su escuela, en otro pueblo”.
Pues esa es la realidad, se cubre el expediente. Si no tienes 4 niños y niñas, excepcionalmente 3; NO HAY ESCUELA. Todas las administraciones (Central, Autonómica y Municipal) están encantadas con el sistema. A ese niño o niña de Primaria se le enseña que su futuro está lejos del lugar donde ha nacido, que debe salir para aprender. Se le está preparando para que abandone su entorno. Todo con un criterio restrictivo, jornada continua, adornado de unas supuestas ventajas pedagógicas. Lo que pierde de clase y de socialización en la escuela lo invierte viajando en el autobús, ensimismado en el paisaje y el vaho de su respiración en el cristal de la ventana. Puede durar 3/4 de hora el viaje de ida y 3/4 de hora el de vuelta, o más.
De esa manera se afronta, en términos generales, la educación de la España rural en el siglo XXI, con sus C.R.A. (Centros Rurales Agrupados) como quintaesencia de eficiencia económica y administrativa, y la logística necesaria para que los niños tengan escuela, cualquier escuela.
En la España vacía, vaciada, rural, abandonada…, esa que está desapareciendo y no lo hará a coste cero para el conjunto del país, están surgiendo ideas y proyectos desde la base, que tratan de revertir la situación. Hay propuestas de carácter político, social, tecnológico, etc. que observan la realidad con otros ojos. Quisiera destacar por su ámbito nacional el proyecto de la editorial VICENS VIVES, RURAL E-LEARNING, que va en la senda correcta de apoyo tecnológico a iniciativas de carácter social y educativo.
Siguiendo la senda de experiencias y estudios que nos han precedido, nos encontramos con la primera mujer que recibió el Premio Nobel de Economía, la profesora de la Universidad de Indiana, Elinor Ostrom, en 2009. Realizó con su equipo una profunda labor investigadora en base a estudios estadísticos. La mayor parte de los casos estudiados estaban asentados en zonas rurales orientadas al sector primario (Ganadería, agricultura, pesca, silvicultura, Etc.). Experiencias, de siglos de tradición en muchos casos, y repartidas por todo el planeta, que respondían al criterio de INSTITUCIONES DE PROPIEDAD CONJUNTA, donde todos sus integrantes sacaban ventaja comparativa en su pertenencia al grupo, había reglas claras de funcionamiento y métodos de solución de conflictos, cuando aparecieran. Llegó a la conclusión que este tipo de comunidades son más eficientes en los ámbitos social, medioambiental y ECONÓMICO que las instituciones públicas y estrictamente privadas.
La razón de la eficiencia económica que apuntaba la profesora Ostrom va en consonancia con el principio de reciprocidad que según Paul Collier (Profesor de la Universidad de Oxford y autor de “El futuro del capitalismo”) late en las primeras experiencias cooperativas del norte de Inglaterra, en el primer tercio del siglo XIX. En definitiva, aquel que se compromete con su esfuerzo y su dinero en libre coordinación y cooperación con otros semejantes, espera y persigue que de la aventura conjunta se obtenga rentabilidad. La urdimbre de esas bases de cooperación que supera lo estrictamente económico y abarca otros aspectos del progreso de las personas está en la EDUCACIÓN.
Es razonable que para la solución de problemas que atañen a las personas y a la sociedad, se cuente con la gente, con la llamada sociedad civil. Ahora mismo en muchas zonas del interior de España tenemos un grave problema de despoblación, con densidades demográficas que están por debajo de las que se dan en Laponia. Hemos ido aparcando el asunto a lo largo de décadas de desidia y abandono y es necesario actuar. Los remedios al quebranto producido no vendrán de oscurecer los campos de trigo bajo la sombra de placas solares, ni de romper las líneas del horizonte que nos hablan de la belleza del paisaje (“Espuma de la montaña ante la azul lejanía/ sol del día, claro día..”, diría Machado en Orillas del Duero) con filas de molinos de viento interminables cual amenaza quijotesca. Tampoco es razonable la instalación de macrogranjas con 500 o 1000 o un millón de vacas en una plataforma giratoria dando leche, despreciando la visión de Walt Whitman de que “una vaca paciendo en silencio supera a todas las estatuas”.
Las virtudes cooperativas de un pato ártico que inverna en la costa cantábrica, “EIDER”, nos ha permitido utilizarlo como acrónimo para nombrar un proyecto: EDUCACIÓN PARA IMPULSAR EL DESARROLLO RURAL.
El pato EIDER (En gaélico, “con mis hijos”) no es un ejemplo de paternalismo, sino de cooperación, rescatado por José Vidal para nombrar nuestro empeño, tiene en sus alas la extraordinaria fuerza de la utopía realizable que convoca a las personas a apostar por la EDUCACIÓN, para que la vertiente innovadora y emprendedora de la gente se potencie con el capital humano que hay en ciernes detrás de cada proyecto educativo cooperativo en funcionamiento.
Recuperar la Escuela Rural es posible. Si lo hacemos recuperaremos la vida en nuestros pueblos, de todos y cada uno. Caminar hacia el objetivo de manera coordinada las administraciones públicas y la fuerza emergente de la Economía Social, con la implantación en el territorio de Cooperativas de jóvenes, comprometidos social, emocional, cultural y económicamente con el territorio tendrá un impacto que irradiará en todos los sectores de la actividad económica, la Formación Profesional Dual, la economía de los cuidados, los servicios de distribución, la agricultura, las comunidades de consumo energético, la ganadería, etc.
La LOMLOE, a través de los programas de cooperación territorial (Art. 9) y el régimen de conciertos (art. 116), ofrece las herramientas necesarias para empezar a trabajar desde la base y aprovechar los recursos de recuperación y resiliencia provenientes de Europa, para que EIDER, tal y como indica Ortega y Gasset sea un “Proyecto de cosas por hacer mañana”.
APOSTAR POR LA ECONOMÍA SOCIAL EN LA ESCUELA RURAL, ES APOSTAR POR UN FUTURO MÁS HUMANO Y SOSTENIBLE.
MUCHAS GRACIAS